sábado, 12 de febrero de 2011

Dedicado al fariseo que vendió mi cuerpo. No pudo con mi alma.

El día que llegó el fin de mis memorables días, el fin de mis lujuriosas desventuras, el fin de las penas que asolaban mis propias penurias, ante dicha resolución, no sé si divina o terrenal, en que se escribió el fin, no se predijo, nadie me indicó, tan sólo llegó y no pude hacer nada, todo estaba hecho, la misma luz que me fue indicando el camino de mis desventuras, esa misma me indicó la señal hacia donde dirigir mis pasos, esos pasos que llevan al final del camino, a donde nunca nadie quiso llegar, ese lugar al que ningún  ser quiere aunque sabe que sí, que está, más tarde o mas temprano, destinado a visitar.



Pero ahora rezumo rabia, intensidad de ser yo mismo, el ser que nunca debí dejar de autoinstaurar mi religión, es por lo que  pido poder pisar fuerte, hay dos luceros que me señalan un futuro más grande del que jamás nadie, ni tan siquiera yo, pudiera esperar, ese futuro que llegará con la dicha de ver contenida la fuerza que la propia vida nos ofrece y que algunos son capaces de agarrar y de usar como trampolín para saltar al vacío de la incongruencia de un poco más allá, de llegar a entender por que no comprendemos el resto de nuestra existencia, este es el comienzo del principio del fin de nuestra propia historia, sólo hay que preguntarse si está uno dispuesto a luchar por alcanzar ese anhelo de sacrificio o simplemente rendirse en la hipocresía de seguir acomodado en el sitio donde fuimos plantados para ver pasar la vida y como no, quizá también el futuro, futuro que siempre llegará a ser el mismo, la tristeza del avanzar a ninguna parte.

Por lo que vendo mi alma, por lo que vendo mi espíritu y es que no tengo en venta, ni una milésima parte la pueden pagar de mi propio cuerpo, es por lo que estas lineas se las he "dedicado al fariseo que vendió mi cuerpo. No pudo con mi alma"

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